18.7.09

LPB-SJO

(Día 190)
Aeropuerto de San José-Juan Santamaría (Costa Rica).- A las 08.27 hora local, cuando el vuelo TA034 despega de la ciudad de El Alto a una velocidad desconocida, y piden apagar los dispositivos electrónicos para la seguridad del vuelo, me doy cuenta que dejé encima de mi cama la toalla de playa. No queda más que resignarse y probar de acabar a Galeano, que se alarga más de lo deseado debido a que, cada vez que abro el libro y reoorro letras impresas, el cansancio de toda la jornada me adentra en un sueño del que no me despierto hasta el día siguiente.
Supongo que me duermo, porque el recuerdo del vuelo se confunde hasta la llegada a Lima. Me recuerdo que, para el próximo viaje, prepararé las cosas con más de tres horas de antelación, y con una previsión de sueño de más de dos horas.
Desde la cristalera del bar de fumadores del aeropuerto, Lima es una ciudad gris. Completamente nublado, la nuiebla ayuda a generar esa sensación, que hace que no difiera mucho de la que me llevé hace pocas horas de la fría La Paz.
La escala en Lima, por suerte, es corta. Da tiempa para una visita rápida a las tiendas dutty free, la compra de la última edición de Etiqueta Negra y el consumo de medio refresco de cola.
El despegue del vuelo TA032 tiene en su interior un caos entre sus pasajeros. A la izquierda, un bebé que no llega al año y que, pese a los primeros indicios de llanto, se queda dormido antes del despegue. Delante, una familia argentina (padres y tres hijos) planean lo que sería un perfecto guión para una película. Justo al lado, dos viejos que se desconocían usan sus dotes verbales para hacer del vuelo de 4 horas y 30 minutos un rato agradable.
Lima, desde el aire, parece inabarcable. Mirando por la ventanilla, la amalgama de edificios me hace pensar que vivir allí, además de triste por lo gris, debe ser caótico. Hasta que en el fondo aparece el océano, y la elevación contínua hace que traspasemos nubes blancas, que la luz rebote cada vez más en mi vista. Cuando la luz me ciega, decido volver con Galeano. Aunque quizá lo mejor sería leer Etiqueta Negra, que en un delirio precursor dedicó su número 73 a la "vuelta al pasado", a los reencuentros, y su cuento final es Los aeropuertos. Lo que sea para no tener que ver High School Musical 3, película que, al final, acabo viendo.
Mientras trato de escribir algo, el niño argentino no para de moverse en el asiento delantero, dándome tres golpes en la cabeza hasta que le grito y su padre me pide perdón y le regaña ante la impasible mirada de su madre; el chico joven de detrás, que subió borracho, me da patadas por debajo del asiento hasta que le miro con ojos asesinos; y mis dos compañeros de fila, los dos viejitos, discuten de política, de la vida de sus respectivos hijos y de la evolución de la humanidad, mientras unas ligeras turbulencias de las que nos advirtieron antes de despegar hace que me tenga que asegurar que sigo con el cinturón de seguridad y emborrone mi libreta.
A las 12.56 de mi La Paz, 11.56 en Lima y 10.56 en San José, empieza la película. Cuando termina, tras comer un almuerzo a base de pasta con salsa de tomate y espinacas, vuelvo a Galeano, hasta que avisan del inminente aterrizaje y empiezo a ordenar mis cosas.
Durante la hora y cuarto en la fila de migraciones, me acuerdo del resto de nuestros aeropuertos. El de Barcelona con abrigo rojo, el de Washington totalmente solitario. Y, pese a que se esconde, la veo esperando.
Y, finalmente, me ponen el sello en el pasaporte, y entro a Costa Rica.

Vuelo 506 - El Chaval de la Peca

1 comentario:

Lu dijo...

Mister chaleco naranja dice que quiere venir a algún otro aeropuerto con abrigo rojo.