18.1.10

Fin

Barcelona.- Fin. Y ya. Pasó un mes y algo desde mi repatriación, y hoy decido dar cierre a esto. Porque no hay más; lo que tengo que decir, a quien lo tengo que decir, ya se sabe y, lo más importante, ya lo saben.
Así que este blog dice adiós. Aunque probablemente sea un hasta pronto.

Final - Antònia Font

12.12.09

Ayer

(Día 337)
La Paz.- La primera vez que pisé suelo boliviano, húmedo de la suave lluvia que caía, Lorena me tocó tímidamente la espalda para ver si realmente yo era yo, y, efectivamente, lo era.
Y ella misma, la misma que conocí hace 337 días, se despide con un beso en la mejilla derecha a las tantas de la noche en una sala de un karaoke, sabiendo que lo que vivimos juntos no nos lo quita nadie, y que por delante todavía quedan unas horas juntos. Antes de que todo lo que he(mos) vivido durante este año se convierta en ayer, pero base de un futuro mucho mejor. Y no sólo nosotros dos, ya que a nuestro alrededor siempre han estado las personas justas y necesarias para hacer que cada día fuera una aventura diferente, y que ese ayer no se vaya a olvidar.
A pesar de que, tras su salida del karaoke, me dedique a hacer el patético, micrófono en mano, con toda la discografía de The Beatles, intercalando algo de Camilo Sesto y Mecano.

Yesterday - The Beatles

11.12.09

Chau

(Día 336)
La Paz.- Quede de antemano que escribir a partir de este momento me es muy difícil. Por eso lo he ido alargando hasta el infinito, dejando que este momento de sentarse frente a la pantalla iluminada de blanco que clama para que la rellenen de píxeles negros en forma de letras aprendidas para decir algo que, hasta el momento, nunca se tuvo que decir de una forma tan radical.
Pero, al menos, quedan todavía días por delante, para acabar de vaciar todo lo que llevo dentro ante la más que cercana salida de
La Paz.
Así que intento disfrutar de los últimos momentos, y tras una cena con los corresponsales extranjeros en
Bolivia, viejos que casi nunca salen de su casa para cubrir cualquiera de los actos a los que yo me pelearía por asistir, supongo que porque la comodidad de su sofá es mucho mayor que el poder de descubrir una cosa al salir de casa, base del periodismo sea dicho de paso, y a los que no conozco por ese mismo motivo, me adentro a un bar kitsch de reciente apertura con gente que va entrando y saliendo, saludando y despidiendo.
Y sólo es el principio.

Goodbye - The Sunday Drivers

8.12.09

Cena

(Día 333)
La Paz.- Bajo a la Zona Sur en radiotaxi, a falta de minibús, escuchando en repeat Como un burro amarrado a la puerta del baile. Empiezan hoy las despedidas ante la inminente repatriación. La primera, cena en un restaurante alemán, donde evidentemente como salchicha; 180 gramos de grasa animal en mi estómago reducido.
Javi es un tipo extraño. Realmente, es el jefe de la oficina: quince años haciendo lo mismo en el mismo sitio le dan una categoría que se ha ganado a pulso. Pero igualmente tiene un punto de obsesivo que le convierte, en un primer momento, en gracioso, y después en un poco irritante. Eso no quita que sea una gran persona; con su estrés cardíaco, pero gran persona y profesional. Sé que he aprendido de él, aunque muchas veces (más de las que él piensa) no estaba nada de acuerdo en sus decisiones. Pero no tenía nada que decir ante una jerarquía bien marcada que me dejaba en el último escalón de la pirámide.
Y subo a casa en truffi, creo que el primero que tomo desde que llegué, algo que me sorprende cuando me doy cuenta. Pero sigo con El Último de la Fila, cantando por lo bajini mientras estoy en el coche y a grito pelado cuando salgo a la calle.
No sé quién me dijo que me estoy "barcelonizando" en estos últimos días. Qué le voy a hacer, si sóc de Barcelona i em moro de calor.

Como un burro amarrado a la puerta del baile - El Último de la Fila

7.12.09

Aerosur

(Día 332)
Cochabamba.- Aerosur, la aerolínea de los bolivianos. Siempre me habían dicho que los retrasos son una tradicional compañera de cualquier vuelo de la compañía, pero sinceramente nunca me había pasado nada.
Hasta que hoy, tras levantarme a las 6.15 para salir del hotel a las 7.00 y estar una hora antes de la salida del vuelo en el aeropuerto Jorge Wilstermann de Cochabamba, avisan que el vuelo tiene un retraso, que se prevé que sea de 3 horas. Al menos, nos han dado un sandwich de un plástico que pretendía ser jamón y queso.

Dins un avió de paper - Joan Miquel Oliver

6.12.09

Sesenta

(Día 331)
Villa 14 de Septiembre/Cochabamba.- La jornada vuelve a ser agotadora. A las seis de la mañana, ya de camino hacia Villa 14 de septiembre, donde va a votar el Evo. Pero antes, a las 7.00, quiere almorzar con los periodistas. Chicharrón de trucha, obviamente. Al llegar, todo el pueblo (200 personas?) le están esperando para verle. Entramos a un polideportivo y de golpe me veo con el pelo lleno de papel picado y un collar de coca en el cuello. No como nada: a esas horas de la madrugada no estoy para comer, y menos trucha.
Antes de que termine, me voy al colegio electoral para ver cómo está el ambiente. Lleno a rebentar. Increíble. No son ni las ocho de la mañana, hora oficial para votar, y hay colas increíbles para sufragar. Nunca había visto nada igual,
Una niñita, en brazos de lo que supongo que es su abuelo, me ve la credencial de prensa y me pregunta si sé algo del presidente. Le digo que a cambio, me tiene que sacar la lengua, porque no me creo que hable mucho. Se queda cinco minutos con la húmeda fuera de su boca, y no me resisto y se lo cuento todo. Y que la aviso cuando llegue.
Y llega, 45 minutos más tarde de lo normal, vota, habla y se va. Y se acabó la jornada en el Chapare. Antes de irme, le pregunto a la niña si vió al presidente. Sonríe, se le iluminan los ojos, y me dice que si pudiera votaría al Evo. Al papá Evo, para ser más concretos. Y sólo tiene cinco años.
Regreso a Villa Tunari, donde tenemos el hotel, buscamos un Internet y todos están averiados por una bajada de tensión. Murphy, como siempre. Se arregla tras media hora: mandamos rápido y de vuelta a Cochabamba. Dos horas y media de viaje que se hacen muy cortas gracias a que el cansancio aparece y me quedo dormido hasta llegar a la ciudad. Allí me encierro en la habitación del hotel, y sigo los sondeos. Siempre aposté porque el Evo sacaría el 62 por ciento de los votos, y las encuestas a pie de urna clavan mi predicción. Lo que está claro es que gana con más del sesenta. Y, el segundo, al menos a 40 puntos.
Así que ganamos las elecciones de calle, y tenemos cinco años más para seguir con el cambio.

Somos más - Arawi

5.12.09

Sueño

(Día 330)
Chimoré/Sinahota/Villa Tunari.- Un todoterreno negro derrapa a la entrada de El Conquistador, un restaurante con su propio criadero de truchas escondido dentro de un Chapare increíblemente verde, que parece más una selva que una parte de la Bolivia altiplánica que acostumbro a ver. Sentado en una silla de plástico, delante de una mesa de madera llena de botellas retornables de refrescos y con unos platillos con tomate, apio, cebolla y zanahoria, observo como el auto estaciona justo delante de la mesa que tengo a la derecha. Se abre la puerta del piloto, y sale el Evo. Se abre la del copiloto, y sale su hija, Eva Liz. Ese es el inicio de un día con el presidente.
Compartimos con él un chicharrón de trucha y una trucha a la plancha. Cuando acaba, habla un poco con los pocos periodistas que han osado desafiar al Evo y seguirle durante toda la víspera a las elecciones. Cae una lluvia fina en el Chapare, que molesta pero no moja. O que moja y no molesta, dependiendo del gusto.
Acaba de hablar, se sube al todoterreno y empieza la carrera. Subimos volando al taxi, y le perseguimos por las curvas selváticas. Se adelanta demasiados metros, va realmente rápido, y puedo imaginar la cara de susto de la niña en el puesto de copiloto.
Llegamos tarde al acto con los militares para celebrar el fin de otra temporada de éxito de erradicación de plantaciones ilegales de hoja de coca. Está todo el alto mando militar, y el Evo hace un discurso donde no deja títere con cabeza. Aunque esconda que esta campaña se ha incautado menos droga que el año anterior, lo único noticiable del acto. Termina de hablar y empieza el desfile militar, con la aparición especial de dos helicópteros -me pregunto si serán los únicos- del ejército boliviano, que pasan a una altura demasiada baja para mi gusto. Acaba el evento con un nuevo almuerzo (son sólo las 16.00) a base de papa y chuleta de cerdo.
Esperamos atentos al siguiente movimiento del Evo. Y, cuando vemos que su coche se pone en marcha, le volvemos a perseguir. Me siento como un paparazzi en busca de la foto comprometida del famoso de turno. Sólo aguantamos el ritmo de la jornada las tres agencias (Reuters, AP, Efe), y una nueva persecución se desarrolla entre los normalmente tranquilos pueblitos de la zona.
Le encontramos en un polideportivo destruído. De hecho, encontramos a la gente de su seguridad, que al principio nos vetan la entrada. Sabemos que el Evo acostumbra a hacer deporte siempre que puede, y es una foto que no nos podemos perder. Tras unas breves discusiones, aparece como una estrella de un lateral. Hablamos informalmente con él, y le retamos a un encuentro de fútbol sala. Acepta sin pensarlo mucho, aunque el hecho de que nosotros no tengamos equipación le preocupa. Pero es un problema de fácil solución: bajamos al pueblo más cercano y compramos seis equipaciones completas de color celeste.
Para un encuentro de estas dimensiones, nos trasladamos a un coliseo recién inaugurado. Mientras nos acercamos, vemos como la gente del pueblo hace la misma ruta que nosotros. Descubrimos el motivo cuando entramos al coliseo, bolsa de plástico en mano, y las gradas están con dos centenares de personas esperando el partido. Miedo escénico.
Nos cambiamos en un espacio lleno de polvo y cemento, y aunque nos dejan sillas de plástico no es lo que diríamos un vestuario. Me recuerda a las obras de los Bolivarianos. Al final me decido a ser arquero: me dejo mi camiseta de manga larga a rayas puesta para diferenciarme del resto del equipo.
Entramos a la cancha y nos aplauden. El equipo presidencial se hace esperar. Una radio local va a transmitir el partido en vivo, mientras Telesur lo graba todo para pasarlo en diferido. Nunca me sentí tan famoso como ahora.
Entra el equipo del Evo. Visten de blanco impoluto, y me sorprende que el presidente lleve el 3 en vez del 10 como acostumbra. Pitido inicial.
No jugamos mal, la verdad, pero se nota que no nos conocemos. De hecho, para completar el equipo, necesitamos inscribir a dos de nuestros choferes. Pero también hay que reconocer que tuvimos nuestras opciones. Yo, mientras, espero en el arco. Supongo que por el calor, y el miedo de enfrentarme al Evo en un partido de fútbol, hace que mi miopía aumente hasta el punto que hay veces que creo que no veo el balón. Se me nubla la vista cada vez que atacan.
El primer disparo de los de blanco va muy desviado, y no hace falta ni que me mueva. Por lo menos, salvo el orgullo al no encajar un gol en el primer disparo. El segundo chut es del Evo. El balón se cuela entre una maraña de piernas que no desvían el balón, y todavía no sé como me lancé hacia la derecha, rozo el balón con el dedo meñique de la mano derecha y sale fuera. Oigo el uy del público, veo como el árbitro no pita córner, y noto como me duele en exceso el dedo.
No tardan en llegar los goles. Hago una parada de mérito más, con el pecho cuando dispararon desde el punto de penalty y yo por suerte estaba justo delante de la trayectoria del balón, pero los dos goles caen cuando quieren. Al final, 2-0 y para casa.
Pero el Evo no se cansa. Sólo una hora después de disputar dos o tres partidos, ya está en su hotel dando una conferencia que al final dura más de una hora y media y en la que repite todo lo que ha dicho durante el último medio año. Hasta recupera las metáforas que usa en sus habitualísimos mítines.
Salimos del hotel, en Cochabamba, a las 6.00 de la mañana. Regreso al hotel, ahora en Villa Tunari, a las 00.30 de la noche. Y el Evo creo que seguiría su jornada, pero mañana tiene un día importante.
Me quedo frito al instante, soñando que no fue un sueño la jornada de hoy.


Compañero Evo
- DD.RR.