(Día 6)
La Paz.- Bolivia necesita un psicólogo, o psiquiatra en su defecto, para curar su esquizofrenia. Locura constante. Para empezar, el clima. Nunca, y cuando digo nunca es nunca, había sentido esa sensación de locura por el tiempo. Cambios y más cambios en décimas de segundo. De hecho, en una misma mañana, ha hecho frío de otoño, fresquito de primavera, calor de pleno agosto, granizada de invierno pirenaico.
Sin hablar del tráfico, del que ya hablé anteriormente. Confieso que tengo miedo de subir a un taxi. La posibilidad de accidente al subirse a un vehículo motorizado, sea cuál sea, desborda cualquier tipo de estudio o estadística que se pueda imaginar nadie. No hay reglas, no hay leyes: la jungla asfaltada y motorizada. La única norma es la de la tortilla: quién tiene más huevos se sale con la suya. Normal que tenga miedo.
Pero lo peor, por sorprendente, es la prensa. Primera rueda de prensa 'oficial' en Bolivia: visita de confraternización con la casta militar. Ya de por sí una locura, bautizarse entre cañones, rifles, estrellas colgadas del pecho, medallas ganadas por a saber qué mérito, ejércitos de marina que tienen que proteger, como mucho, la parte correspondiente del lago Titicaca, sin saber nunca que a que estado, si a Perú o Bolivia, corresponde la parte del Titi y a cuál corresponde la Caca.
Rueda de prensa para no contar nada, Aquí estoy, soy yo, el jefe de todos estos vestidos de verde, encantado de conocer a la prensa, tan respetada y necesaria en el país, vamos a tomar un refrigerio de salteñas (cagumdena com piquen) y unos refresquitos, si lo desean. Charla informal posterior con los militares medallistas, Como está señor almirante, encantado de poder estrecharle la mano, Igualmente señorita, tómese un refresco, mujer, Así lo haré, mi almirante, Qué piensa de la Constitución y el referendo, Permítame que no hable del tema, hoy es una jornada de confraternización, no trabajemos hoy, Pero algo nos dirá, mi almirante, No, señor mío, ya le dije que hoy no, hoy no se trabaja. Hasta que la locura del país organiza una rueda de prensa para contar todo lo que dijo entre salteñas y botellas de Sprite. Y empieza la lucha, en la que cerca de 30 periodistas, sus correspondientes cámaras, fotógrafos y ayudantes, y entre libretas de la prensa escrita, grabadoras de cassete de las radios, móviles de las conexiones en directo, prueban de sacar al pobrecito almirante toda la sangre militar que lleva dentro, seguro que de muchas generaciones atrás. Grita, grita, que sino no te escuchan. A ver, sube un par de decibelios más... Así, perfecto. Así superas el nivel decibélico de los destrozados altavoces de la sala. Periodistas peleándose como si en plenas rebajas se encontraran, 'periodistos' luchando a capa y espada cuál desafío del siglo XVII en calles de Madrid para desgarrar la vestidura del militar. Locura periodística, y yo pensando que lo había visto todo.
Y yo escondido en una esquina, cerca de un altavoz, grabadora, libreta y bolígrafo en mano, esquivando los esputos rabiosos y los virus de locura que poco a poco se esparcen por la Sala de Banderas del cuartel general de las Fuerzas Armadas Bolivianas.
La Paz.- Bolivia necesita un psicólogo, o psiquiatra en su defecto, para curar su esquizofrenia. Locura constante. Para empezar, el clima. Nunca, y cuando digo nunca es nunca, había sentido esa sensación de locura por el tiempo. Cambios y más cambios en décimas de segundo. De hecho, en una misma mañana, ha hecho frío de otoño, fresquito de primavera, calor de pleno agosto, granizada de invierno pirenaico.
Sin hablar del tráfico, del que ya hablé anteriormente. Confieso que tengo miedo de subir a un taxi. La posibilidad de accidente al subirse a un vehículo motorizado, sea cuál sea, desborda cualquier tipo de estudio o estadística que se pueda imaginar nadie. No hay reglas, no hay leyes: la jungla asfaltada y motorizada. La única norma es la de la tortilla: quién tiene más huevos se sale con la suya. Normal que tenga miedo.
Pero lo peor, por sorprendente, es la prensa. Primera rueda de prensa 'oficial' en Bolivia: visita de confraternización con la casta militar. Ya de por sí una locura, bautizarse entre cañones, rifles, estrellas colgadas del pecho, medallas ganadas por a saber qué mérito, ejércitos de marina que tienen que proteger, como mucho, la parte correspondiente del lago Titicaca, sin saber nunca que a que estado, si a Perú o Bolivia, corresponde la parte del Titi y a cuál corresponde la Caca.
Rueda de prensa para no contar nada, Aquí estoy, soy yo, el jefe de todos estos vestidos de verde, encantado de conocer a la prensa, tan respetada y necesaria en el país, vamos a tomar un refrigerio de salteñas (cagumdena com piquen) y unos refresquitos, si lo desean. Charla informal posterior con los militares medallistas, Como está señor almirante, encantado de poder estrecharle la mano, Igualmente señorita, tómese un refresco, mujer, Así lo haré, mi almirante, Qué piensa de la Constitución y el referendo, Permítame que no hable del tema, hoy es una jornada de confraternización, no trabajemos hoy, Pero algo nos dirá, mi almirante, No, señor mío, ya le dije que hoy no, hoy no se trabaja. Hasta que la locura del país organiza una rueda de prensa para contar todo lo que dijo entre salteñas y botellas de Sprite. Y empieza la lucha, en la que cerca de 30 periodistas, sus correspondientes cámaras, fotógrafos y ayudantes, y entre libretas de la prensa escrita, grabadoras de cassete de las radios, móviles de las conexiones en directo, prueban de sacar al pobrecito almirante toda la sangre militar que lleva dentro, seguro que de muchas generaciones atrás. Grita, grita, que sino no te escuchan. A ver, sube un par de decibelios más... Así, perfecto. Así superas el nivel decibélico de los destrozados altavoces de la sala. Periodistas peleándose como si en plenas rebajas se encontraran, 'periodistos' luchando a capa y espada cuál desafío del siglo XVII en calles de Madrid para desgarrar la vestidura del militar. Locura periodística, y yo pensando que lo había visto todo.
Y yo escondido en una esquina, cerca de un altavoz, grabadora, libreta y bolígrafo en mano, esquivando los esputos rabiosos y los virus de locura que poco a poco se esparcen por la Sala de Banderas del cuartel general de las Fuerzas Armadas Bolivianas.
Loco - Antònia Font
2 comentarios:
Ese almirante estaba pidiendo a gritos que le hicieran una sola pregunta, la pregunta... seguro que el resto venía rodado.
Aquest m'agradat bastant.
Hi ha més periodistes o més periolistos?
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