26.1.09

Evo

(Día 18)
La Paz.- Las primeras impresiones que saco, tras 18 días en el país, es que el Evo es un personaje propio, sin igual. Tras tres años de gobierno, después de ser sindicalista cocalero y entrar en política casi de rebote, ha conseguido, no sólo mantenerse en el poder de forma casi perfecta, sino establecer unos índices de popularidad que, lejos de descender como le pasaría a todo dirigente, han aumentado o mantenido. El Evo, más que el presidente, es el alcalde de Bolivia, tal y como dice Abraham. Y sabe como mantenerse en el poder, después de que el pueblo boliviano haya sufrido, antes que él, presidentes educados en universidades gringas, mafiosos y corruptos que, lejos de usar los múltiples recursos del país para hacer crecer la economía, los han utilizado para hacer crecer su propia economía. Y el Evo es otra cosa.
El Evo es uno más. A riesgo de quedar lejos de los términos y problemas políticos de primera línea, opta por la pedagogía para explicar al pueblo como funciona el país. ¿Qué es el superávit? Imagínese, señor campesino, que usted gana 800 bolivianos, pero, por a o por b, sólo gasta 600 pesos. ¿Qué hacemos con los 200 que sobran? Eso es el superávit. Y, el gobierno de Bolivia, ha conseguido eso: que le sobren pesos bolivianos para poder gastarlos en construir una escuela, un polideportivo. Lo que sea que necesite el pueblo más remoto del país. Y así con todas las palabrejas político-económicas que, ni el propio Evo, al llegar al poder, entendería como entiende hoy. Y que, con pedagogía, ha sabido transmitir a todo el pueblo boliviano.
¿Quién puede decir que no a el Evo? Sólo las clases altas ven en él un peligro para su estrato, dónde los que hasta ahora eran unos analfabetos, unos pobres dejados de la mano de dios, una mano de obra barata, unos despreciados por la high society, unos aborígenes que se quedaron en la etapa precolombina, aparecen en primera línea, son los realmente importantes, los interlocutores directos del poder. El centro mundial.
Hace tres años que, con el Evo, los indígenas han dejado de ser eso, indígenas, para convertirse en bolivianos. Pero ahora hay otro riesgo: tampoco hay que dejar a los que hasta ahora eran los únicos protagonistas en la estacada, abandonados y sin ningún tipo de incentivo. Y ahora que los nuevos bolivianos tienen la fuerza, la calle, el poder, los bolivianos de bien sufren.
Normal. O cambian mucho las cosas, o el cambio está dando sus frutos. Y, en ese cambio, el Evo ya ha dejado de ser el sindicalista cocalero para convertirse en la nueva deidad de Bolivia. El Evo, el salvador, el del cambio, el presidente, el del pueblo. El Evo primero.

Bongo bongManu Chao

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