3.12.09

Millones

(Día 328)
El Alto.- Cierre de campaña en El Alto. Tengo que confesar que estoy nervioso.
Aunque tiene que empezar, el acto festivo, a las 16.00 hora local, subimos a las 15.00 por si hay mucha gente que quiere subir y encontramos una de las típicas trancaderas (atascos) de La Paz. Y, efectivamente, la hay. Tras diez minutos en el taxi, paramos el coche en medio de la autopista que lleva a El Alto, y sólo podemos seguir el camino a pie. Un kilómetro y medio, más o menos. Creo que es más.
Llegar hasta el frente del escenario es una odisea. Más de un millón y medio, dicen. Así que imagínese la odisea, y más cargando cámaras de fotos, trípodes, y demás enseres periodísticos. Suerte que hay un espacio reservado; la seguridad sindical, campesinos que llevan en el brazo una cartulina pintada con bolígrafo con las letras S.S., nos dejan pasar después de revisar exhaustivamente nuestras credenciales. Que, por cierto, en un alarde de originalidad, me bautizaron como Víctor Cámara. Sin comentarios.
Empieza la fiesta y una marea azul empieza a colonizar El Alto. Siendo sincero, El Alto nunca fue anti-Evo, pero me sorprede que haya tanta gente. Suenan todos los grupos musicales favorables al Evo. Y cuando digo todos, quiero decir TODOS.
Aprovecho para hablar con gente. Carlos, un chico venido de Viacha, lleva desde las siete de la mañana reservando sitio para sus compañeros de la agrupación juvenil del pueblo. A Juan, en cambio, no le veo la cara, ya que por encima se puso un armatoste que pretende imitar al Evo. Elvira, una cholita muy pero que muy simpática con una pegatina del Evo y de Álvaro en su bombín y una whipala a modo de mantilla, se coló dentro del espacio reservado para la prensa usando sus dotes femeninas: o la dejan pasar o arma quilombo. Y punto.
Amenaza lluvia. A nadie le importa. Sigue cantando la gente. Los mineros no se quitan los cascos, los seguidores se pelean por los souvenirs masistas, los periodistas extranjeros alucinan.
Se oye un ruido por el cielo, como de hélices en movimiento, la gente mira para arriba y por megafonía gritan que es el presidente. "Sacó la manito por la ventana, me saludó", me grita Elvira en la oreja. Y miro y nada, que no saluda. Es más, las ventanillas están selladas y son imposibles de abrir.
18.56 hora local, y aparece el Evo en el escenario. Pelos de punta. En mí, supongo que también en la gente. Pero no llegan todavía los discursos, primero sigue el recital musical. Todos bailan en el escenario, desde que el Evo enseña a Álvaro que el paso de la morenada es de una forma concreta, y no se puede hacer así como así.
(Momento himno: Bolivianos, el hado propiiiiiicio, coronó nuestros votos y anheeeeeeelos. Es ya liiibre, es ya libre, este sueeeeeelo; ya cesó su serviiiil condicióoooooon...)
Álvaro se encarama en el atril sin voz. Gritó demasiado durante la campaña. Es de los que más se cree lo que hace y dice. Sobre todo cuando habla de que no descansa nunca de trabajar por el país, pese a que tiene novia (cosa que el presidente no). Reacciona el público: que se case, que se case. Salida increíble del vice: lo someteremos a referendum. Risas.
Habla el Evo. Silencio absoluto. Desde que llegué, ha mejorado muchísimo en sus discursos. Ahora es un presidente y líder indiscutible.
Termina, y, tras los petardos, queda un olor a pólvora que, quizá, es el olor de la victoria.
Túpac Katari, líder indígena de la libertad, ya lo dijo antes de ser descuartizado: volveré y seré millones. Aquí están todos.

Mi primer millón - Bacilos

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