(Día 265)
La Paz.- Dicen que duerme poco, algo más de cuatro horas al día. Si no que se lo cuenten a sus colegas de Gobierno, que cuando son llamados a reunión tienen que presentarse, impepinablemente, a las cinco en Palacio. O a los periodistas de medios internacionales, que son llamados a las 6.30 para desayunar con él.
Gana en las distancias cortas. Sus rasgos índigenas se acentúan, a la vez que se hacen más humanos. Mantiene siempre ese humor tan suyo, que le hace llegar a la gente como nadie, ningún político del país, sabe hacerlo.
Hipnotiza con sus batallas de sindicalista, y se pone firme en asuntos serios o que no le agradan.
Cambió su forma de vestir en los últimos años: dejó de lado una chompa a rayas para ponerse unas camisas blancas impolutas -la de hoy, además, con bordados con sus iniciales- y una chaqueta, a modo de americana, con motivos indígenas.
Hace servir un desayuno típico de su tierra adoptiva, Cochabamba, a base de papa, una mezcla de cebolla-tomate-queso y aguacate. Lo ideal para las siete de la mañana. Todo acompañado de mate de coca -no podía ser menos- y de jugo de una fruta demasiado dulce e indescriptible.
Tras una hora y media de desayuno con el presidente, reafirmo lo que llevo diciendo desde que llegué: el Evo es un ser superior, inigualable, único. De hecho, él es el presidente, y el resto no le llega ni a la suela de sus zapatos recién lustrados.
La Paz.- Dicen que duerme poco, algo más de cuatro horas al día. Si no que se lo cuenten a sus colegas de Gobierno, que cuando son llamados a reunión tienen que presentarse, impepinablemente, a las cinco en Palacio. O a los periodistas de medios internacionales, que son llamados a las 6.30 para desayunar con él.
Gana en las distancias cortas. Sus rasgos índigenas se acentúan, a la vez que se hacen más humanos. Mantiene siempre ese humor tan suyo, que le hace llegar a la gente como nadie, ningún político del país, sabe hacerlo.
Hipnotiza con sus batallas de sindicalista, y se pone firme en asuntos serios o que no le agradan.
Cambió su forma de vestir en los últimos años: dejó de lado una chompa a rayas para ponerse unas camisas blancas impolutas -la de hoy, además, con bordados con sus iniciales- y una chaqueta, a modo de americana, con motivos indígenas.
Hace servir un desayuno típico de su tierra adoptiva, Cochabamba, a base de papa, una mezcla de cebolla-tomate-queso y aguacate. Lo ideal para las siete de la mañana. Todo acompañado de mate de coca -no podía ser menos- y de jugo de una fruta demasiado dulce e indescriptible.
Tras una hora y media de desayuno con el presidente, reafirmo lo que llevo diciendo desde que llegué: el Evo es un ser superior, inigualable, único. De hecho, él es el presidente, y el resto no le llega ni a la suela de sus zapatos recién lustrados.
Evo presidente - Grupo Semilla
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