(Día 56)
La Paz.- Ya hablé, creo que hace justo una semana, de la fascinación por la religión de Bolivia.
A las 10.43 de la mañana (hora local), agarro un taxi dirección Calacoto, hacia un acto que, ¡oh, sorpresa!, no se hizo nunca. El taxista, como los últimos en los que he subido, no habla. Suerte que puse mi Ipod en la bolsa.
Miro por la ventanilla, y a cada metro que recorremos se van dibujando las diferencias de barrios. De repente, un frenazo me despierta. Observo al taxista: se santigua, y acelera como si nada. Acabamos de pasar un cementerio.
La Paz.- Ya hablé, creo que hace justo una semana, de la fascinación por la religión de Bolivia.
A las 10.43 de la mañana (hora local), agarro un taxi dirección Calacoto, hacia un acto que, ¡oh, sorpresa!, no se hizo nunca. El taxista, como los últimos en los que he subido, no habla. Suerte que puse mi Ipod en la bolsa.
Miro por la ventanilla, y a cada metro que recorremos se van dibujando las diferencias de barrios. De repente, un frenazo me despierta. Observo al taxista: se santigua, y acelera como si nada. Acabamos de pasar un cementerio.
Goodbye, Angel - CatPeople
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