(Día 296)
La Paz.- Hoy terminé mi primera botella de dos litros de Coca-Cola (léase coacola) retornable. Reposa ahora su plástico duro encima de un mueble de la cocina demasiado sucio porque hace demasiados días que no limpio a fondo, mientras mi última colada intenta secarse a un ritmo veloz en las cuerdas del lavadero para dar paso a la lavadora que está centrifugando. El experimento de cambiar las botellas tradicionales a esta ha sido más que positivo: igual sabor, menor precio. Lo único que hay que hacer es ir a la casera de la esquina, devolverle la vacía y ella te da una exactamente igual, pero llena con dos litros de líquido negruzco y azúcar. Y, además, te ahorras 1,5 pesos. Que nunca está mal.
Pero hablar de retornable me hace ver lo poco que me queda de exilio, y el cada vez más próximo retorno a casa. Realmente tengo ganas. No sé por qué motivo, pero llevo días con ganas de descansar en casa, pese a que este país me ha enamorado más de lo que nunca imaginé, más de lo que pensaba cuando llegué bajo una débil lluvia y bajé en taxi a la ciudad con dos desconocidos. Por eso, al mirar en la estantería con todos los libros de los que ya se fueron encuentro Volver a casa de Juan José Millás, lo agarro para leer.
Aunque, cuando pongo el iTunes para escuchar algo de música, lo primero que me viene a la cabeza es poner el disco entero de Dorian, El futuro no es de nadie.
Dicotomías de un retorno anunciado.
La Paz.- Hoy terminé mi primera botella de dos litros de Coca-Cola (léase coacola) retornable. Reposa ahora su plástico duro encima de un mueble de la cocina demasiado sucio porque hace demasiados días que no limpio a fondo, mientras mi última colada intenta secarse a un ritmo veloz en las cuerdas del lavadero para dar paso a la lavadora que está centrifugando. El experimento de cambiar las botellas tradicionales a esta ha sido más que positivo: igual sabor, menor precio. Lo único que hay que hacer es ir a la casera de la esquina, devolverle la vacía y ella te da una exactamente igual, pero llena con dos litros de líquido negruzco y azúcar. Y, además, te ahorras 1,5 pesos. Que nunca está mal.
Pero hablar de retornable me hace ver lo poco que me queda de exilio, y el cada vez más próximo retorno a casa. Realmente tengo ganas. No sé por qué motivo, pero llevo días con ganas de descansar en casa, pese a que este país me ha enamorado más de lo que nunca imaginé, más de lo que pensaba cuando llegué bajo una débil lluvia y bajé en taxi a la ciudad con dos desconocidos. Por eso, al mirar en la estantería con todos los libros de los que ya se fueron encuentro Volver a casa de Juan José Millás, lo agarro para leer.
Aunque, cuando pongo el iTunes para escuchar algo de música, lo primero que me viene a la cabeza es poner el disco entero de Dorian, El futuro no es de nadie.
Dicotomías de un retorno anunciado.
En la playa de los muertos - Francisco Nixon
1 comentario:
Vuelve, que te echo más de menos que a Brigitte Bardot.
V.
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