(Día 262)
Huarina - De nuevo de viaje por el Altiplano. Esta vez no se trata ni de hongos en piedras, ni de tubérculos de dimensiones diminutas. Ahora hay que encontrar un supuesto bloqueo en la carretera que va a Perú, que los comunarios cortaron para reclamar que se les haga caso en la elaboración de las listas electorales.
Hace días que, pese a que todavía faltan más de dos meses para las elecciones, todo gira alrededor de ello.
Así que, tempranito por la mañana, entro como siempre al taxi de Carlos, vamos a buscar a Martín a El Alto, y camino Huarina, intersección de dos de las carreteras más importantes: una lleva a Copacabana, último reducto antes de entrar a tierras peruanas; la otra, directo a Achacachi, centro neurálgico del ejército de ponchos rojos defensores del Evo.
Y llegamos y no hay nada. Sólo una pequeña reunión de campesinos, decidiendo si finalmente hay bloqueo o no. Ni que fuera tan raro bloquear en este país, que podría entrar en el récord Guiness de los récords en la categoría de mayor número de marchas y protestas por minuto.
No es hasta que llegan todas las televisiones del país que se deciden a agarrar unas ruedas de tractor y prenderles fuego; poner a cuatro cholitas vigilando el tránsito; y dos tipos desenfundar su poncho rojo y escenificar algo que no tenían previsto.
Realmente, da pena verlos. No llegan a veinte, y saldrán en todas las televisiones como elemento folclórico-anecdótico de la jornada. Cuando, además, se están toda la entrevista recordando que protestan contra el Gobierno y el MAS, pero que están con el Evo hasta la muerte.
Incongruencias de un país que, real y lamentablemente, no tiene mucho más que ofrecer al mundo; no porque no lo tiene, sino porque se entretiene en huevadas como esta.
Huarina - De nuevo de viaje por el Altiplano. Esta vez no se trata ni de hongos en piedras, ni de tubérculos de dimensiones diminutas. Ahora hay que encontrar un supuesto bloqueo en la carretera que va a Perú, que los comunarios cortaron para reclamar que se les haga caso en la elaboración de las listas electorales.
Hace días que, pese a que todavía faltan más de dos meses para las elecciones, todo gira alrededor de ello.
Así que, tempranito por la mañana, entro como siempre al taxi de Carlos, vamos a buscar a Martín a El Alto, y camino Huarina, intersección de dos de las carreteras más importantes: una lleva a Copacabana, último reducto antes de entrar a tierras peruanas; la otra, directo a Achacachi, centro neurálgico del ejército de ponchos rojos defensores del Evo.
Y llegamos y no hay nada. Sólo una pequeña reunión de campesinos, decidiendo si finalmente hay bloqueo o no. Ni que fuera tan raro bloquear en este país, que podría entrar en el récord Guiness de los récords en la categoría de mayor número de marchas y protestas por minuto.
No es hasta que llegan todas las televisiones del país que se deciden a agarrar unas ruedas de tractor y prenderles fuego; poner a cuatro cholitas vigilando el tránsito; y dos tipos desenfundar su poncho rojo y escenificar algo que no tenían previsto.
Realmente, da pena verlos. No llegan a veinte, y saldrán en todas las televisiones como elemento folclórico-anecdótico de la jornada. Cuando, además, se están toda la entrevista recordando que protestan contra el Gobierno y el MAS, pero que están con el Evo hasta la muerte.
Incongruencias de un país que, real y lamentablemente, no tiene mucho más que ofrecer al mundo; no porque no lo tiene, sino porque se entretiene en huevadas como esta.
Ama suwa, ama llulla, ama qhilla - K'ala Marka
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