(Día 239)
La Paz.- Empezamos la tarde maldiciendo la pésima actuación de la selección boliviana ante Paraguay (pierde 1-0 de penalti dudoso); seguimos lamentando la mala suerte de Maradona al frente de una Argentina irreconocible y nos ponemos tristes cuando, tras el 0-2, le aparecen las primeras lágrimas en los ojos, impotente de ser humillado en su propia casa.
Pasan los minutos, y subimos a un taxi para ir al Etnocafé (del que ya hablé hace unas semanas). Seguidores del ciclismo como somos, sin llegar a ser expertos, pedimos sin pensar un tour boliviano, como la primera vez que vinimos. Y, para no quedar mal, pedimos un segundo, para acompañar las dos pizzas cuatro quesos que hemos pedido y que nos sorprenden con un sabor espectacular.
Ya con el ajenjo en el cuerpo, que nos afecta más de lo que pensamos, decidimos seguir la fiesta plenamente boliviana en un boliche donde sólo suena música folclórica (boliviana), y el licor yungueño que nos sirven, sabiendo que es traicionero, nos acaba de aplatanar. Así que vamos pronto a dormir, pese a las reticencias de algunos de los acompañantes, porque al día siguiente hay que subir a un avión temprano.
Como es una despedida, termina la noche con unas fotos en grupo de recuerdo.
Y, aunque no lo sea, parece una noche de sábado más.
La Paz.- Empezamos la tarde maldiciendo la pésima actuación de la selección boliviana ante Paraguay (pierde 1-0 de penalti dudoso); seguimos lamentando la mala suerte de Maradona al frente de una Argentina irreconocible y nos ponemos tristes cuando, tras el 0-2, le aparecen las primeras lágrimas en los ojos, impotente de ser humillado en su propia casa.
Pasan los minutos, y subimos a un taxi para ir al Etnocafé (del que ya hablé hace unas semanas). Seguidores del ciclismo como somos, sin llegar a ser expertos, pedimos sin pensar un tour boliviano, como la primera vez que vinimos. Y, para no quedar mal, pedimos un segundo, para acompañar las dos pizzas cuatro quesos que hemos pedido y que nos sorprenden con un sabor espectacular.
Ya con el ajenjo en el cuerpo, que nos afecta más de lo que pensamos, decidimos seguir la fiesta plenamente boliviana en un boliche donde sólo suena música folclórica (boliviana), y el licor yungueño que nos sirven, sabiendo que es traicionero, nos acaba de aplatanar. Así que vamos pronto a dormir, pese a las reticencias de algunos de los acompañantes, porque al día siguiente hay que subir a un avión temprano.
Como es una despedida, termina la noche con unas fotos en grupo de recuerdo.
Y, aunque no lo sea, parece una noche de sábado más.
Another saturday night - Cat Stevens
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