(Día 167)
La Paz.- Cuando le ves aparecer entre los biombos del restaurante japonés te cambia la visión de la jugada. Cuando le ves, tumbado ante una mesa baja en un sitio que no conocías, jugando con su iPhone y bebiendo de una Huari, olvidas que no recuerdas usar los palillos y empiezas a pensar en todo lo que tienes que contar, y la de historias que quieres escuchar. Cuando ves esa barba ya identificativa, le abrazas efusivamente, le besas, le dices que le echabas de menos, y empiezas a abrir los ojos y orejas para recuperar tiempo perdido.
Debe ser amor de hermano. Nada que ver con el amor a la hermana, obvio. Ni mejor ni peor: diferente.
La Paz.- Cuando le ves aparecer entre los biombos del restaurante japonés te cambia la visión de la jugada. Cuando le ves, tumbado ante una mesa baja en un sitio que no conocías, jugando con su iPhone y bebiendo de una Huari, olvidas que no recuerdas usar los palillos y empiezas a pensar en todo lo que tienes que contar, y la de historias que quieres escuchar. Cuando ves esa barba ya identificativa, le abrazas efusivamente, le besas, le dices que le echabas de menos, y empiezas a abrir los ojos y orejas para recuperar tiempo perdido.
Debe ser amor de hermano. Nada que ver con el amor a la hermana, obvio. Ni mejor ni peor: diferente.
Flaca - Andrés Calamaro
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