(Día 29)
Tiwanaku.- El complejo arqueológico de Tiwanaku es, de momento, de lo mejor que he visto en mi primer mes en Bolivia. Las ruinas precolombinas muestran el origen no sólo de la cultura boliviana, sino que toda la cultura inca proviene, en parte, de aquí.
El viaje es como una excursión de amigos: salida bien temprano, con el despertador todavía resonando en los oídos. Sombrero de ala ancha; camiseta manga corta; shorts de excursionista. Deportivas bien calzadas; crema solar por la nariz, brazos, nariz, piernas, nariz, frente, cuello y vuelta a la nariz; mochila cargada de agua mineral natural embotellada, alimentos y algo de abrigo, porque nunca de sabe. Subirse al auto: la primera conversación, siempre de fútbol. Y claro, hay que aprovechar que el Barça está en racha. Y hablar de la marca de calidad, del buen juego, de la necesidad de un cuatro con clase, de una delantera potente, de lo bueno que es Messi, del músculo de Touré, la juventud de Bojan, la inteligencia de Xavi, el guante de Iniesta, la garra de Puyol, el instinto de Eto'o, la chulería de Valdés, la trenza de Pinto, la calidad de Alves, el frío de Gudjohnsen, la sorpresa de Busquets, la profesionalidad de Abidal, la poca vocalización de Cáceres, el silencio de Keita, la inadaptación de Hleb, la lesión de Milito, la veteranía de Sylvinho, el enigma de Jorquera, la elegancia de Henry, la belleza de Piqué, la maestría de Márquez, el estilo Guardiola. Me doy cuenta que el culé se conforma con poco, la verdad.
Atasco en El Alto. Normal a estas horas: empezó el colegio el lunes y, la primera semana, nadie quiere llegar tarde. Al salir, y aunque parezca una paradoja, sigue la subida tras El Alto. A medio camino, 4.028 metros de altura sobre el nivel del mar. Miro fijamente el cartel, y tras reafirmar que efectivamente son 4.028 metros, noto que me empieza a faltar el aire.
Antes, compramos pan el Laja, primer enclave de la ciudad de La Paz a la llegada de los españoles. Hacen un pan tierno, fino, imposible para un bocadillo. Me recuerda a algunas masas esponjosas de pizza. Aunque supongo que este pan lo crearon bastante antes que el manjar italiano.
Llegamos a Tiwanaku. Sol de escándalo, a 3.883 metros de altura no tiene compasión de nadie. Gorrito, crema solar, y listos. Tomamos una Pepsi, en tres vasitos de plástico; fumamos un cigarrillo. Nos levantamos, vamos a la boletería, Mire, quisiéramos entrar para tomar unas fotografías de los hongos que están afectando a la Puerta del Sol, Sí, muy bien, no hay problema, deme la autorización escrita de la honorable, No tenemos...Pues vayan a buscarla.
Vuelta al auto, A la alcaldía, Carlos, que no nos dejan entrar. Mire alcaldesa, es que...Ando ajetreada, hablen con don Gerardo. Mire don Gerardo, es que... Sí, claro, hablen con el supervisor y les dejará entrar. Mire, señor supervisor, es que...No, no, ya les dije que sin autorización por escrito nada; hablen con don Gerardo y que les autorice. Mire, don Gerardo, es que...Bueno, pues hagan una solicitud, en cualquier papel que encuentren, y les firmo y listo. Mire, señor supervisor, es que...Ah, ya tienen el papel, pues esperen un segundo que les mando alguien de seguridad para que les vigile. Todas las fotos que quieran, pero nada de filmar.
Dos horas después de la llegada, entro por segunda vez en seis días a Tiwanaku. Me sorprende más que la primera vez; quizá la luz, más brillante y limpia. Cargo con los aparatos de Martín, soy como su ayudante. Y empieza a disparar. Sin medida, sin control. Medio segundo para el encuadre, y disparo. Cambio de lente, encuadre, disparo. Tras ataque de tal magnitud, cada piedra de Tiwanaku cae rendida ante la puntería del fotógrafo. Pam, pam, pam. Hasta que encontramos la presa buscada, el hongo en la Puerta del Sol. Rápido, antes de que escape: pim, pam, pum. Lo tenemos.
Aprovechamos para pasear entre los restos precolombinos, como hacen un grupo de gringos, una joven pareja peruana, una vieja pareja de argentinos, y un grupo de bolivianos que, para no perderse, se dividen en grupos de cinco y se atan con un hilo como chiquillos de parvulario, para que no se pierdan. Risa medio a escondidas, decidimos salir. De frente, tres grupos más de turistas, todos embadurnados con crema protectora para el Sol; tanta, que perdieron el color original de su tez y se volvieron medio rosa-medio blanco.
A la vuelta, aprovecho para escribir la crónica. Sin apenas encender el ordenador, nos paran los antidroga. Ah!, son de la prensa. Sí, sí, prensa internacional. Les haremos un vistacito, no más. Ningún problema, adelante. Abren mi mochila y descubren mi protector solar. Seguimos sin más, Buenos días, Buenos días. Y Martín se duerme, despreocupado de la vuelta. Y yo escribo, y Carlos conduce. Y llegamos a La Paz y llueve. Y tengo miedo de que crezcan más hongos por el país, y tenga que perseguirlos como Indiana Jones buscando el arca perdida
Tiwanaku.- El complejo arqueológico de Tiwanaku es, de momento, de lo mejor que he visto en mi primer mes en Bolivia. Las ruinas precolombinas muestran el origen no sólo de la cultura boliviana, sino que toda la cultura inca proviene, en parte, de aquí.
El viaje es como una excursión de amigos: salida bien temprano, con el despertador todavía resonando en los oídos. Sombrero de ala ancha; camiseta manga corta; shorts de excursionista. Deportivas bien calzadas; crema solar por la nariz, brazos, nariz, piernas, nariz, frente, cuello y vuelta a la nariz; mochila cargada de agua mineral natural embotellada, alimentos y algo de abrigo, porque nunca de sabe. Subirse al auto: la primera conversación, siempre de fútbol. Y claro, hay que aprovechar que el Barça está en racha. Y hablar de la marca de calidad, del buen juego, de la necesidad de un cuatro con clase, de una delantera potente, de lo bueno que es Messi, del músculo de Touré, la juventud de Bojan, la inteligencia de Xavi, el guante de Iniesta, la garra de Puyol, el instinto de Eto'o, la chulería de Valdés, la trenza de Pinto, la calidad de Alves, el frío de Gudjohnsen, la sorpresa de Busquets, la profesionalidad de Abidal, la poca vocalización de Cáceres, el silencio de Keita, la inadaptación de Hleb, la lesión de Milito, la veteranía de Sylvinho, el enigma de Jorquera, la elegancia de Henry, la belleza de Piqué, la maestría de Márquez, el estilo Guardiola. Me doy cuenta que el culé se conforma con poco, la verdad.
Atasco en El Alto. Normal a estas horas: empezó el colegio el lunes y, la primera semana, nadie quiere llegar tarde. Al salir, y aunque parezca una paradoja, sigue la subida tras El Alto. A medio camino, 4.028 metros de altura sobre el nivel del mar. Miro fijamente el cartel, y tras reafirmar que efectivamente son 4.028 metros, noto que me empieza a faltar el aire.
Antes, compramos pan el Laja, primer enclave de la ciudad de La Paz a la llegada de los españoles. Hacen un pan tierno, fino, imposible para un bocadillo. Me recuerda a algunas masas esponjosas de pizza. Aunque supongo que este pan lo crearon bastante antes que el manjar italiano.
Llegamos a Tiwanaku. Sol de escándalo, a 3.883 metros de altura no tiene compasión de nadie. Gorrito, crema solar, y listos. Tomamos una Pepsi, en tres vasitos de plástico; fumamos un cigarrillo. Nos levantamos, vamos a la boletería, Mire, quisiéramos entrar para tomar unas fotografías de los hongos que están afectando a la Puerta del Sol, Sí, muy bien, no hay problema, deme la autorización escrita de la honorable, No tenemos...Pues vayan a buscarla.
Vuelta al auto, A la alcaldía, Carlos, que no nos dejan entrar. Mire alcaldesa, es que...Ando ajetreada, hablen con don Gerardo. Mire don Gerardo, es que... Sí, claro, hablen con el supervisor y les dejará entrar. Mire, señor supervisor, es que...No, no, ya les dije que sin autorización por escrito nada; hablen con don Gerardo y que les autorice. Mire, don Gerardo, es que...Bueno, pues hagan una solicitud, en cualquier papel que encuentren, y les firmo y listo. Mire, señor supervisor, es que...Ah, ya tienen el papel, pues esperen un segundo que les mando alguien de seguridad para que les vigile. Todas las fotos que quieran, pero nada de filmar.
Dos horas después de la llegada, entro por segunda vez en seis días a Tiwanaku. Me sorprende más que la primera vez; quizá la luz, más brillante y limpia. Cargo con los aparatos de Martín, soy como su ayudante. Y empieza a disparar. Sin medida, sin control. Medio segundo para el encuadre, y disparo. Cambio de lente, encuadre, disparo. Tras ataque de tal magnitud, cada piedra de Tiwanaku cae rendida ante la puntería del fotógrafo. Pam, pam, pam. Hasta que encontramos la presa buscada, el hongo en la Puerta del Sol. Rápido, antes de que escape: pim, pam, pum. Lo tenemos.
Aprovechamos para pasear entre los restos precolombinos, como hacen un grupo de gringos, una joven pareja peruana, una vieja pareja de argentinos, y un grupo de bolivianos que, para no perderse, se dividen en grupos de cinco y se atan con un hilo como chiquillos de parvulario, para que no se pierdan. Risa medio a escondidas, decidimos salir. De frente, tres grupos más de turistas, todos embadurnados con crema protectora para el Sol; tanta, que perdieron el color original de su tez y se volvieron medio rosa-medio blanco.
A la vuelta, aprovecho para escribir la crónica. Sin apenas encender el ordenador, nos paran los antidroga. Ah!, son de la prensa. Sí, sí, prensa internacional. Les haremos un vistacito, no más. Ningún problema, adelante. Abren mi mochila y descubren mi protector solar. Seguimos sin más, Buenos días, Buenos días. Y Martín se duerme, despreocupado de la vuelta. Y yo escribo, y Carlos conduce. Y llegamos a La Paz y llueve. Y tengo miedo de que crezcan más hongos por el país, y tenga que perseguirlos como Indiana Jones buscando el arca perdida
Km 103 - Élena
1 comentario:
Espero que el Barça no deixis de seguir-lo per l'AVUI.cat. Merci pels teus comentaris, sempre!
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