(Día 36)
Guaqui.- Para empezar, hay que recordar que Bolivia, desde 1879. La Guerra del Pacífico dejó a los bolivianos sin su salida marítima, y desde entonces se ha convertido en una reivindicación constante. Me cuentan que, hasta hace poco, cualquier reunión o seminario oficial que se realizaba en el país servia para recordar la necesidad de Bolivia de tener una apertura al exterior mediante el mar. Ya fuera un congreso militar, un seminario de psicología o una reunión de ginecología, el boliviano era consciente de que cualquier oportunidad era buena para ello. Desde hace poco, la racionalidad se apoderó de este pueblo, y la reivindicación marítima se centró sólo en los espacios destinados a ello.
Pero lo de hoy es especial. El primer barco boliviano, tras nueve años de espera, estaba construído, finalizado, listo para salpar. Para la armada boliviana, obviamente, es el momento más importante de la historia reciente. Por fin todos los marines podrían subirse a un barco; y es más, podrían navegar.
Que un país sin mar tenga división militar marina ya es suficientemente paradójico, surrealista y chocante. Pero que haya tal cantidad de almirantes, contralmirantes, grumetes y marineros de a pie en la inauguración del primer barco no se puede entender.
El buque no es nada del otro mundo, claro está. Más bien, parece un pequeño barco de crucero. De hecho, en cualquier momento esperaba que apareciera el capitán Stubing de Vacaciones en el mar para darnos la bienvenida y ofrecernos una copa, mientras mujeres en bañador se pasean por cubierta y la tripulación, vestida de impoluto blanco, tragina con toda la maquinaria del barco.
El viaje de inauguración no es nada del otro mundo, una vuelta y regreso. Pero el ambiente es de fiesta nacional: copas, mujeres, flores, risas, el Evo, marineros, canapés. La inexperiencia juega una mala jugada, y, en el primer intento, el barco embarranca, gira, vuelve a encarar el líquido elemento y, por fin, sale a mar abierto. Corrección: entra al lago Titicaca, aunque parece que el miedo a perderlo hace que, sólo poner el principio de la cubierta en sus aguas, el capitán ordene girar y volver. No vaya a ser que los peruanos se enfaden y nos quiten, también, la parte del lago que nos corresponde.
Al final, el capitán Stubing no apareció con su gorrito de oficial del barco. Y, de vuelta, me preguntaba cuántos de los marineros bolivianos habían subido hasta entonces en un barco navegando; y cuántos de ellos, en caso de hundimiento, hubieran sabido nadar.
Guaqui.- Para empezar, hay que recordar que Bolivia, desde 1879. La Guerra del Pacífico dejó a los bolivianos sin su salida marítima, y desde entonces se ha convertido en una reivindicación constante. Me cuentan que, hasta hace poco, cualquier reunión o seminario oficial que se realizaba en el país servia para recordar la necesidad de Bolivia de tener una apertura al exterior mediante el mar. Ya fuera un congreso militar, un seminario de psicología o una reunión de ginecología, el boliviano era consciente de que cualquier oportunidad era buena para ello. Desde hace poco, la racionalidad se apoderó de este pueblo, y la reivindicación marítima se centró sólo en los espacios destinados a ello.
Pero lo de hoy es especial. El primer barco boliviano, tras nueve años de espera, estaba construído, finalizado, listo para salpar. Para la armada boliviana, obviamente, es el momento más importante de la historia reciente. Por fin todos los marines podrían subirse a un barco; y es más, podrían navegar.
Que un país sin mar tenga división militar marina ya es suficientemente paradójico, surrealista y chocante. Pero que haya tal cantidad de almirantes, contralmirantes, grumetes y marineros de a pie en la inauguración del primer barco no se puede entender.
El buque no es nada del otro mundo, claro está. Más bien, parece un pequeño barco de crucero. De hecho, en cualquier momento esperaba que apareciera el capitán Stubing de Vacaciones en el mar para darnos la bienvenida y ofrecernos una copa, mientras mujeres en bañador se pasean por cubierta y la tripulación, vestida de impoluto blanco, tragina con toda la maquinaria del barco.
El viaje de inauguración no es nada del otro mundo, una vuelta y regreso. Pero el ambiente es de fiesta nacional: copas, mujeres, flores, risas, el Evo, marineros, canapés. La inexperiencia juega una mala jugada, y, en el primer intento, el barco embarranca, gira, vuelve a encarar el líquido elemento y, por fin, sale a mar abierto. Corrección: entra al lago Titicaca, aunque parece que el miedo a perderlo hace que, sólo poner el principio de la cubierta en sus aguas, el capitán ordene girar y volver. No vaya a ser que los peruanos se enfaden y nos quiten, también, la parte del lago que nos corresponde.
Al final, el capitán Stubing no apareció con su gorrito de oficial del barco. Y, de vuelta, me preguntaba cuántos de los marineros bolivianos habían subido hasta entonces en un barco navegando; y cuántos de ellos, en caso de hundimiento, hubieran sabido nadar.
Al mar - Manel
2 comentarios:
Va ser un taxista bolivià qui a quarts de sis d'un matí londinenc i a cavall del seu Rover amb sostre retràctil em va explicar la història de la usurpació del mar. La de Bolívia és la història d'un país perdedor, i potser per això, es fa estimar tant.
Em recorda a un altre pais que també es perdedor i es fa estimar
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